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YOU ARE GETTING OLD

  In reality, we age from the moment we are born. From the very first breath. That "pure, invigorating" air that is always sought after for meditation and relaxation sessions? Yes, that's the one. That oxygen-rich air that slowly oxidizes us. But the air gives us life... And it brings us closer to death, which is also part of nature. Haven't you heard of Yin and Yang, the principle of eternal transformation that governs the universe? Nothing exists without its complement, which is within itself. Nothing exists in a state of stillness. You leave me stunned. Stones may be the material objects that change the slowest. But even they abide by the laws of Yin and Yang. Where do you think the fine sand on beaches comes from? And the salt dissolved in seawater? So, I have no choice but to accept that I am getting old... That's one way to see it. But I would invite you to, instead of simply "accepting" it, seize the opportunity to ENRICH yourself on the path of y
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TE VAS HACIENDO MAYOR (aunque no lo quieras ver)

  En realidad, envejecemos desde que nacemos. Desde la primera bocanada de aire.  ¿Ese aire "puro, vivificante", al que siempre se recurre para las sesiones de meditación y relajación?  Sí, ese, ese mismo. Ese aire pleno de oxígeno que nos oxida lentamente. Pero el aire nos infunde vida... Y nos acerca a la muerte, que también forma parte de la naturaleza. ¿O es que no has oído hablar del YIN y el YANG, el principio de la eterna transformación por el que se rige el universo? Nada existe sin su complemento, que está dentro de sí mismo. Nada existe en estado de quietud. Me dejas de piedra. Las piedras tal vez sean los objetos materiales que cambian más lentamente. Pero en ellas también se cumplen las leyes del YIN y el YANG. ¿De dónde crees que procede la fina arena de las playas? ¿Y la sal diluida en el agua del mar? Entonces, no me queda más remedio que aceptar que me voy haciendo viejo... Es una manera de verlo. Pero yo te invitaría a que, mejor que "aceptarlo", ap

LO ALTA QUE ESTÁ LA CUMBRE

Nunca midas la altura de una montaña hasta haber alcanzado su cima. Entonces, comprobarás lo pequeña que era. El trabajo, la casa, atender a los niños, hacer la compra, preparar la comida… De pronto, todo se nos vuelve una montaña a la que tenemos que subir cada día. De vez en cuando, el reto parece más difícil: Un enfermedad, un disgusto, una contrariedad importante. Y la montaña nos parece enorme desde abajo. Lo que tenemos que hacer, entonces, es iniciar la subida, paso a paso, centrándonos solamente en HACER LO QUE ES NECESARIO HACER EN CADA MOMENTO. Una tarea tras otra, un paso tras otro. A veces, el desánimo nos sale al paso: pensamientos derrotistas ( Es inútil. No tiene sentido. No voy a conseguirlo ). Consultamos nuestra hoja de ruta: ¿Qué es lo que necesitaría hacer ahora? ¿Qué paso tendría que dar? ¿En qué dirección? Un paso, solo uno. Hacemos el esfuerzo de adelantar un pie primero, luego el otro, y, de pronto, el camino nos parece menos penoso. Miramos hacia arriba y la ci

FELIZ 2024

Nuestra mente nos engaña haciéndonos creer que hay un mañana para que, así, malgastemos nuestro hoy. Que no perdamos ni un segundo en el 2024  

SELFIE O AUTORETRATO AL ÓLEO?

     París, preparándose para las olimpiadas de 2024: Obras, andamios, redes protectoras, polvo... Imposible acercarse a Nôtre Dame: las obras van a toda marcha para que pueda volver a lucir su nueva aguja para los juegos olímpicos. No importa; nos hacemos un selfi para justificar que hemos estado allí, y a otra cosa.      A lo lejos, la torre Eiffel. No hay tiempo para acercarse a ella ni -mucho menos- para subir a contemplar el paisaje desde lo alto. Es igual; un selfi con la torre al fondo dará fe de que hemos cumplido con el ritual de posar delante del monumento.      ¿Para qué vamos a explicar el selfi del Sacré-Coeur, el de los bouquinistes, el de Montmartre o el de los demás lugares emblemáticos de París? (Respecto al Louvre, ya ni soñamos con entrar: demasiado larga la espera; demasiado tiempo la visita; un selfi delante de la pirámide de cristal, y a otra cosa).       Hemos "visto" París; pero no hemos "vivido" París. Nos hemos hecho el selfi delante  de la

ALGORITMO PARANOIDE DE PRIVACIDAD

  No era altruismo ni ayuda desinteresada. La verdad es que siempre me había escamado un poco todo ese aluvión de servicios gratuitos que “La Red” parecía estar “regalándome” para facilitarme la vida. Al principio, fueron pequeños detalles que podían parecer coincidencias oportunas -demasiado oportunas, ciertamente- respecto a la satisfacción de mis demandas: Cuando yo buscaba información sobre un libro en Internet, inmediatamente empezaban a aparecer anuncios de libros relacionados con la temática o el autor de mi interés, lo que, en principio, me sorprendía y hasta me hacía gracia. Pronto, la pauta se extendió a todo tipo de artículos, productos o servicios, desde cremas de afeitar hasta vehículos nuevos o de segunda mano, pasando por especialistas en medicina o arreglos caseros. Más tarde, cuando instalé en mi teléfono móvil una aplicación para monitorizar mis paseos cotidianos con el fin de mantenerme en forma, me encontré con todo tipo de informes sobre kilómetros recorridos, tiem

PERSPECTIVAS

  Hace años, en mis comienzos como psicoterapeuta, tuve que hacerme cargo del caso de un chico con anorexia. Evidentemente, el asunto era serio; el pronóstico no parecía demasiado optimista y yo me sentía impotente para llevar adelante una terapia en solitario. Entonces, decidí hablar muy claramente con la familia para explicarles todas las posibles vías de abordaje multidisciplinar del caso, así como las probables complicaciones, recaídas y obstáculos que se podrían presentar en el camino de la recuperación. Después de escuchar mi exposición, la respuesta de los padres fue tan tajante y demoledora como mi propia desolación: “Ya hemos hablado con un especialista que nos ha dicho que todo lo que necesita nuestro hijo son unas inyecciones de calcio”. Afortunadamente, tiempo después, tuve ocasión de entrevistarme de nuevo con el joven que ya estaba cursando estudios universitarios y, según me explicó, había logrado “liberarse de sus manías”. Pero la lección más importante que yo saqué del